Los detalles de esta ruta entre Belo Horizonte, las Cataratas de Iguazú y Río de Janeiro conforman la primera parte del viaje a Brasil en el que nos ocurrió de todo:
Vuelos anulados, cruzar la península en coche en menos de 24h, tormentas para morir en el intento, hurtos, espasmos y fiebres no identificadas, planes truncados por un candado, tirados en la carretera a las 4 de mañana, resacas infinitas, ¡sacadme de aquí!…
Lo que voy a relatar ocurrió en el 2010, por lo tanto, es probable que la mayor parte de los alojamientos de los que hablo a continuación hayan cambiado de dueños y, con ellos, la calidad de sus servicios. De la misma forma, los precios que menciono, casi con total seguridad, también han quedado desfasados.
Además, teniendo en cuenta la carambola de pequeñas desgracias que tuvieron lugar sin descanso, es imposible que mis observaciones fueran, ¿cómo decirlo?… Completamente objetivas.
¿Tienes las palomitas a mano?
Día 0: Se anuncia la tragedia
Aquella mañana, cuando me levanté más feliz que una perdiz y pasé por la pastelería para invitar a mis compañeros a croissants de chocolate, nada presagiaba la tormenta de disgustos que se acercaba.
Era viernes, 3 de diciembre del 2010, y al día siguiente me iba de vacaciones a Brasil con la excusa de asistir a una boda familiar.
La voz de alarma llegó a media tarde:
Huelga de controladores aéreos.
Todos los telediarios anunciaban la misma noticia: el espacio aéreo español estaba cerrado a cal y canto. Y las imágenes de aeropuertos abarrotados con personas que se habían quedado en tierra, no mejoraban la estampa.
Aquella noche, no dormimos demasiado bien…
Día 1: Se desata la tragedia
Al día siguiente, sábado, ya habían militarizado los aeropuertos, pero los vuelos seguían sin salir.
La carretera estaba desierta, el aeropuerto masificado.
La decisión y el aeropuerto
En el check-in nos confirman que no saldrá ningún avión, y que todos los vuelos a Brasil están agotados hasta el martes siguiente. Nos remiten a las ventanillas de TAP, la compañía con la que volábamos desde Barcelona a Belo Horizonte, haciendo escala en Lisboa.
Por nuestras cabezas pasa de todo. Íbamos a perder tiempo con nuestra familia en Belo Horizonte, vuelos internos, reservas de hoteles en Iguazú… 2 horas de cola nos dieron mucho tiempo para pensar sobre nuestras posibilidades. Y cuando por fin llegamos a la ventanilla de TAP:
Nada de vuelos Barcelona-Lisboa hasta el martes, pero sí Lisboa-Belo Horizonte al día siguiente.
Aceptamos el cambio, creyendo que era la opción con la que perderíamos menos dinero y salimos corriendo escaleras abajo, cargando con una maleta demasiado grande (nunca más), hacia las compañías de alquiler de coches.
Cuál sería nuestra sorpresa, cuando nos dimos cuenta de que todas ellas estaban aprovechando el desaguisado con los vuelos para subir sus precios de forma desorbitada. Serán cabr….
Tuvimos la ‘suerte’ de que una de ellas tenía un coche portugués, y ‘solo’ nos cobraron 360€ por devolverlo en menos de 24 horas a Lisboa. Se entiende la ironía, ¿verdad?
Pues nada, habíamos perdido:
- El dinero de un vuelo Barcelona-Lisboa.
- Un día con nuestra familia.
- 360€.
- Y la energía que nos íbamos a dejar cruzando la península.
Y, a pesar de eso, nos sentíamos afortunados al ver el resto de personas que dejábamos descorazonadas en el aeropuerto.
Cruzando la península en coche
No llevábamos ni 2 horas de viaje, cuando una piedra golpea la luna delantera del coche y deja una muesca en el cristal. ¡Noooo! Sin embargo, por una vez, la suerte estuvo de nuestro lado y no se dieron cuenta cuando lo entregamos.
La meseta estaba cubierta de nieve, pero no tuvimos problemas para circular por la autopista.
Dormimos en la entrada a Trujillo, en el primer alojamiento que encontramos, Hotel Las Cigüeñas, con camas duras y paredes de papel.
Día 2: Hoy sí volamos
Llegamos al aeropuerto 1 hora antes de lo esperado… ¡No habíamos tenido en cuenta el cambio horario!
Así que en el aeropuerto de Lisboa:
- Damos vueltas.
- Almorzamos.
- Damos vueltas.
- Café + pastel de Belem.
- Damos vueltas.
- Siesta.
- ¡Embarcamos!
Sorpresas de última hora
El vuelo se hizo largo. Nuestros asientos, en medio del pasillo, eran poco cómodos, y los llantos varios de los bebés que nos rodeaban nos impidieron dormir durante las más de 9 horas de vuelo.
Pero, lo peor ocurrió 30 minutos antes de aterrizar…
El capitán anunció que, por alguna razón que no llegamos a entender, era imposible aterrizar en Belo Horizonte. Y, por lo tanto, teníamos que continuar volando hasta São Paulo.
La estampa era digna de enmarcar:
- Todo el avión en pie, llevándose las manos a la cabeza, como mínimo.
- Se me heló la sangre. Oí crujir a mis neuronas y… nada más. Me quedé paralizada.
- Nahuai se quitó los cascos y golpeó con todo lo que pudo el sillón donde iba sentado mientras echaba espuma por la boca (hablando de forma figurada, más o menos…).
¿Qué íbamos a hacer en la ciudad más grande de Brasil a media noche?
Y, como si de un mal sueño se tratara, 5 minutos después, volvieron a encender los altavoces informando de que todo había sido una falsa alarma. Sí íbamos a aterrizar en Belo Horizonte.
Sólo puedo decir que volvimos a respirar, lloramos y aplaudimos, en ese orden.
Los novios nos dieron la bienvenida en el mismo aeropuerto, nos llevaron a su casa y casi nos acabaron arropando con las sábanas. ¡Gracias!
Día 3: Por fin en Belo Horizonte
Nuestros anfitriones brasileños nos prepararon un banquete de bienvenida delicioso: arroz con frijoles, yuca frita, palmito, carne rellena de queso, polenta… Mmm…
Después recorrimos un poco la ciudad, vimos la plaza del Papa, un mirador con vistas a Belo Horizonte (es enorme), probamos el helado de azaí (allí se llama simplemente Açai, y yo me volví adicta) y asistimos a un espectáculo de baile protagonizado por más de 500 niños. ¡Un día completo!
Día 4: Rumbo a Iguazú
Aquel no fue nuestro viaje de la suerte con los aviones…
Después de desayunar, emprendimos nuestro viaje hacia Iguazú, con escala en Río de Janeiro. El primer vuelo fue normal. Sin embargo, en el segundo…
A la segunda, ¿va la vencida?
Una nube negra y tormentosa que se había posicionado sobre el aeropuerto de Foz de Iguazú nos impidió aterrizar. Y dicho así, parece poca cosa, pero lo que de verdad ocurrió fue lo siguiente:
- El avión comienza a descender.
- Sentimos varias sacudidas violentas.
- Todos levantamos la cabeza y nos miramos.
- Las ventanillas del avión no dejaban ver más allá.
- En medio de las sacudidas, el avión levanta el morro y comienza a acelerar.
- La velocidad nos pega la espalda al asiento.
- Y empezamos a plantearnos si estábamos leyendo mal la señales de aquel viaje…
Nos llevaron al aeropuerto de Curitiba donde, tras 2 horas de espera, una hamburguesa de cortesía y muchos controles de metales, nos volvieron a montar en otro avión.
Y esta vez, sí pudimos aterrizar en Foz de Iguazú, aunque…
B&B fantasma
Habíamos intentado contactar con el B&B Maricà (120BRL/noche), en el que habíamos reservado nuestra primera noche, pero nunca nos contestaron al teléfono.
Y al fin, cuando llegamos en taxi a la puerta cerca de las 11.30 de la noche, nadie contestó al timbre, por mucho que insistimos. Una calle oscura, sin muchas farolas… Menos mal que le pedimos al taxista que esperara con nosotros (a pesar de que nos ponía un poco nerviosos, era algo… particular).
Volvimos a montarnos en el coche y nos llevó al Hotel Baviera, más caro, con aspecto descuidado y ruidoso. Sin embargo, era un hotel, nos habían abierto las puertas y nos habían dado 4 paredes y una cama. ¿Qué más podíamos pedir a esas alturas?
Día 6: Iguazú, lado brasileño
Lo bueno del Hotel Baviera, además de un buen desayuno, fue que se encontraba solo a 50 metros de la parada del autobús que conectaba el aeropuerto con el Parque Nacional de Iguazú.
Así que, en unos 45 minutos de viaje, nos plantamos en la puerta del parque, donde pagamos 37 BRL/por persona de entrada y tomamos el bus que transportaba a turistas hacia las cataratas.
Nos bajamos en la tercera parada…
Un hotel único
El Hotel das Cataratas, hoy en día llamado Belmond Hotel das Cataratas, es el alojamiento más lujoso en el que hayamos estado nunca y con una localización privilegiada dentro del parque natural de Iguazú.
No sólo tenía vistas panorámicas a las cataratas en su propia entrada, sino que te daba acceso a la parte brasileña del recinto fuera del horario de visitas. O lo que es lo mismo, teníamos el atardecer sobre Iguazú para nosotros solos.
Creo que ha sido uno de los hoteles más caros de mi vida (2 noches por algo más de 500€), pero mereció la pena.
E Iguazú… ¿Qué puedo decir?
- ¿Que cada mirador tiene vistas aún más hermosas que el anterior?
- ¿Que mojarse con el vapor de agua es una experiencia que no te puedes perder?
- ¿Que el estruendo del agua cayendo a tu alrededor te sobrecoge?
- ¿Que la fuerza y el movimiento de las cascadas hipnotiza?
Nada de lo que pueda contarte igualará las emociones que sientas cuando visites las cataratas de Iguazú.
Viaje en bote
Después de recorrer el sendero panorámico completo, disfrutar con los malabarismos que una camada de bebés coatíes hacía para mantenerse sobre una rama o perseguir en plan paparazzi a un par de tucanes, almorzamos en el restaurante Porto Canoas, con vistas lejanas a la garganta del diablo (buffet a 40 BRL/persona).
A continuación, volvimos al hotel y nos apuntamos a una excursión en barca por el río Iguazú (140 BRL/persona).
Nos recogieron en la puerta del hotel en un Jeep y nos llevaron a través de la selva, hablándonos de la fauna del lugar mientras nos acercábamos al río. Allí, subimos a una barca y navegamos hacia la base de las cataratas. El paisaje recordaba un poco a los canales de Tortuguero, en Costa Rica. Pero esta vez, terminamos bajo las cascadas, completamente empapados y felices.
Y a la vuelta, ya habían cerrado el parque a los turistas, así que teníamos todas las pasarelas y la puesta de sol, casi para nosotros solos. ¡Vaya lujo!
Día 7: Iguazú, lado argentino
Como un taxi de ida y vuelta al lado argentino del parque costaba unos 200-300 BRL, decidimos ahorrar y hacerlo por nuestra cuenta tomando 4 transportes diferentes:
- Subimos al bus del parque, en dirección a la puerta de entrada.
- Luego nos montamos en el que conectaba el parque con el aeropuerto de Foz (3.5 BRL/persona y trayecto).
- Nos bajamos a medio camino y tomamos otro hacia Puerto Iguazú, en Argentina (2.5 BRL/persona y trayecto).
- En la estación de esta ciudad, pillamos el último autobús hacia el otro lado del parque (4 BRL/persona y trayecto).
En total tardamos 2 horas y tuvimos que bajar en la frontera para sellar el pasaporte (el autobús te espera). He de reconocer que fue cansado, aunque divertido.
Y cuando llegamos…
Caminando sobre las cataratas
Es cierto que el lado brasileño es el más panorámico, pero, sin duda, el acceso argentino es el que te acerca más a las cataratas.
Desde las plataformas de sus tres itinerarios te introduces, de forma literal, dentro de Iguazú; ya sea bajo ellas, a media altura, o sobre la caída de agua más sobrecogedora que hayas visto en tu vida, la garganta del diablo. Y la perspectiva de las cataratas alineadas una tras otra, no tenía mucho que envidiar a las estampas del lado brasileño.
¿Mi consejo?
Si puedes, visita ambos lados de Iguazú, empezando por el brasileño. Si solo tienes tiempo o presupuesto para uno, opta por el argentino.
Yo no te puedo explicar cuán hermoso era.
- Lo tienes que ver con tus propios ojos.
- Lo tienes que sentir en tu piel.
- Lo tienes que escuchar con todo tu cuerpo.
Momento caipirinha
A la vuelta, usamos el mismo método de transporte, pero cuando llegamos al lado brasileño, el bus del parque había dejado de circular, así que tuvimos que tomar un taxi desde la puerta hasta el hotel (35 BRL).
Pusimos la última guinda a nuestro gran día con un par de caipirinhas junto a la piscina.
Nos despedimos de la puesta de sol y terminamos como el día anterior, pidiendo la cena al servicio de habitaciones (tomar una hamburguesa/sandwich era más económico que comer en el buffet del restaurante).
Día 8: De Iguazú a Río de Janeiro
Yo me desperté quemada. Sí, roja como un tomate, vamos. Nahuai se levantó con dolor de cuerpo y garganta, como si tuviera gripe. La cosa empezaba bien.
Nos despedimos de las pasarelas, que aquella mañana ofrecían las mejores vistas de toda nuestra visita, arcoíris incluido, y tomamos el autobús hacia la entrada.
Allí mismo, decidimos realizar el vuelo de 9-10 minutos en helicóptero sobre las cataratas. Las vistas son preciosas; aunque el piloto no se acercó demasiado a ellas, al menos para mi gusto. Por lo tanto, creo que la relación calidad/precio de esta experiencia no fue muy buena.
Sube la fiebre
Al llegar a Río, tomamos un taxi prepagado hacia el Hotel Atlantis Copacabana (247.50€/3 noches). Además de contar con una buena ubicación, disponía de habitaciones muy grandes y cómodas. Su único punto negativo era una piscina muy descuidada en la última planta del hotel.
Pero teniendo a dos pasos las playas de Ipanema y Copacabana, ¿quién necesita una piscina?
Y aquí empezó la fiesta:
Nahuai sufrió un ataque de fiebre muy alta, acompañada de espasmos. Pasamos la noche casi en vela, a base de paracetamol, duchas frías y hielos envueltos en toallas.
Ni te imaginas cuánto me arrepentí de no haber contratado un seguro de viajes. Desde aquel día, no salgo de casa sin mi póliza IATI.
Día 9: ¿Río de Janeiro?
La amoxicilina y potentes antipiréticos que compré en la farmacia más próxima le ayudaron a conciliar el sueño a ratos; aunque la fiebre y el dolor muscular no desaparecieron por completo.
Cuando consiguió dormir un poco, yo salí a pasear. Me intentaron timar en una tienda de zumos y volví con el rabo entre las piernas y algo de comida para almorzar en la habitación.
Dejé a Nahuai echándose una siesta y me acerqué un rato a la playa de Ipanema con lo puesto (un bikini y el pareo), para evitar que me robasen nada de valor mientras me bañaba. Era fin de semana y estaba hasta los topes, pero era preciosa.
Después, regresé a la habitación y conseguí cena para ambos (azaí que no falte). Nahuai no pudo salir en todo el día. Seguía teniendo la temperatura bastante alta, pero lo peor ya había pasado.
Día 10: Repetimos
Intentamos salir a la calle. Sin embargo, él no se tenía en pie. Apenas duramos 5 minutos.
Una vez surtido de antipiréticos y antibióticos, lo dejé descansando en la habitación y me fui a pasear por Copacabana, con el Pan de Azúcar de fondo.
Y la historia se repitió: comida en la habitación, baño en Ipanema, cena en la habitación (y sí, volví a tomar azaí, ya he reconocido que me volví adicta).
Día 11: Despedida de Río
Ya no tenía fiebre, pero aún se encontraba muy débil, casi no podía andar.
Nuestro vuelo a Belo Horizonte salía a las 8 de la tarde, y la compañía (Tam) no tenía más vuelos aquel día para cambiarnos el horario. Además, hacer un late check-out en el hotel costaba demasiado (115 BRL)… Así que dejé dormir a mi pobre convaleciente todo lo que pude y nos fuimos a las 12 en punto. Eso sí, las maletas las dejamos en el hotel.
Pão de Açúcar
Tomamos un taxi hasta el famoso Pan de Azúcar (44 BRL/entrada).
¡Qué maravilla!
Tuvimos suerte con el clima. Había una luz preciosa y la perspectiva que ofrecía de la ciudad quitaba el hipo. Nos relajamos un buen rato en unas tumbonas con vistas.
Además vimos a nuestro primer mono ardilla, o tití, en libertad. Sin duda, uno de los destinos que no te puedes perder si visitas Río.
Corcovado
Por falta de tiempo, pensamos que sacrificaríamos la visita a Corcovado y volveríamos al jardín botánico que había cerca del hotel.
Sin embargo, un taxista nos convenció de que nos daba tiempo. Por 150 BRL, nos:
- Llevó a Corcovado (la panorámica a vista de pájaro sobre los edificios de Río de Janeiro es alucinante).
- Esperó en la entrada mientras lo visitamos.
- Acercó al hotel para recoger el equipaje.
- Transportó hasta el aeropuerto Santos Dumont.
A las 6 ya habíamos pasado el control de metales.
Una tormenta obligó al avión en el que íbamos a desviarse de su ruta, pero nada grave, sobre todo comparado con nuestra experiencia previa. 🙂
Día 12: Encuentro familiar
Ya estábamos todos en Belo Horizonte.
Después de una deliciosa invitación en casa de nuestros anfitriones, visitamos el club de campo Albert Scharlé, donde se celebraría la boda, que contaba con tres piscinas, un lago, pequeñas cascadas y selva brasileña. ¡Vaya lujo!
Día 13: Preparativos
Este día lo pasamos ayudando con los últimos recados de la boda y sufriendo en carne propia el tráfico infernal de Belo Horizonte.
Día 14: La despedida de solteros… ¡sin novios!
Para dar un poco de espacio a los novios en el día anterior a su boda, nos calzamos el bañador y llamamos a un taxi: Nuestro objetivo: el club de campo Scharlé. Según el plan, a la tarde nos juntaríamos con la pareja allí mismo, para llevar a cabo el ensayo.
Sin embargo, la cosa no salió según lo planeado…
Quinta-feria, feichado
Esto fue lo que rezaba la señal que encontramos en la verja, cerrada a cal y canto, del club. Quinta-feira significa jueves, feichado… ya te lo imaginas. Que no íbamos a triunfar, vamos.
¿Lo peor? Los novios lo sabían y, con el ajetreo, se les había pasado avisarnos. OMG!
Pero, ¡ey! Al mal tiempo, ¡buena cara!
El padre de la novia ya estaba alojado en el Hotel Solar Corte Real de Sabará, el pueblo más cercano al club, y todos los demás pasaríamos la noche siguiente en él, después de la celebración. Así que el dueño se estiró y nos dejó pasar la jornada en la piscina del hotel.
Todo fue genial: descansamos, nos refrescamos, salimos a cenar por Sabará, cayeron 2 rondas de caipirinhas…
Nos lo estábamos pasando tan bien que, cuando los novios se ofrecieron a recogernos tras el ensayo (al que no asistimos), ¡pasamos!
No es oro todo lo que reluce…
Robo en la habitación
Sí, desgraciadamente, en la habitación del padre de la novia robaron 500 BRL mientras nosotros brindábamos con caipirinhas en la piscina.
Aunque no le pudieron devolver el dinero en efectivo, sí se lo descontaron de la factura final (y, según nos dijeron, despidieron a la persona implicada, que trabaja de forma temporal en el hotel).
Día 15: La boda
¡Por fin había llegado el gran día!
Volvimos al Hotel Solar Corte Real, donde hicimos el check-in, almorzamos y nos arreglamos para la ceremonia.
A las 6 de la tarde ya estábamos los ¡14 padrinos! en el club, compitiendo en dos equipos (naranjas y limas) para ver quién sabía más detalles personales de la pareja. Sé que ganó el equipo contrario, las naranjas, aunque nunca tuve claro qué nos estábamos jugando. ¡El honor, supongo! 🙂
Después tuvo lugar la ceremonia, bajo un árbol centenario precioso:
Hubo poemas, canciones a capela, acordes de guitarra, pies descalzos en la hierba y muchos sentimientos a flor de piel.
Y, a continuación, ¡la fiesta!
- Música en directo durante toda la noche.
- Danzas, bailes y sonrisas.
- Canapés para comer por todos los rincones.
- Paparazzis profesionales (y otros no tanto), pidiendo robados. 😉
- Y una barra exclusiva para capiroskas con frutas tropicales.
Había salido todo genial, hasta que quisimos regresar al hotel…
Algo que se nos pasó por alto
No había taxis en la zona. En la centralita no respondían al teléfono a esas horas (las 4 de mañana). Nadie había pensando en cómo íbamos a volver al hotel de Sabará, y el camino era largo, oscuro e inseguro…
Esperamos un buen rato y, cuando ya habíamos medio decidido emprender el regreso a pie, apareció una furgoneta, como caída del cielo, y se ofreció a acercarnos a Sabará. ¡Menos mal!
Hay división de opiniones. Algunos piensan que venían a recoger a los músicos y sus instrumentos, otros que eran el medio de transporte de otros invitados… Sea como sea, les debemos un favor, y de los grandes.
Día 16: La resaca
A las 11 teníamos que dejar el hotel, así que dormir, dormir… dormimos poco.
Y cuando regresamos a casa de los novios, nos estaba esperando nuestra peor pesadilla:
Una fiesta en la acera de enfrente con la música (horrenda, por cierto) por las nubes.
Intentamos dormir algo después de comer; aunque los únicos que lo conseguimos fuimos nosotros dos. Cuando despertamos, la casa estaba desierta, las puertas cerradas con llaves (sin llaves dentro) y la música seguía taladrándonos el cerebro.
¡Sacadme de aquí!
Cuando por fin nos rescataron, acabamos en una fiesta de cumpleaños. ¿Cómo? Sí, pero, al menos, no había música y la cena estaba riquísima (vale, lo reconozco, había azaí involucrado). 🙂
Día 17: Rumbo a Salvador de Bahía…
Si crees que no podían ocurrir más contratiempos en nuestro viaje, te equivocas (muy a mi pesar, que conste).
El resto de desdichas e infortunios te los cuento en la segunda parte de este viaje-odisea por Brasil.
Links de utilidad
- Ofertas de vuelos a Brasil: Trabber, eDreams y Momondo.
- Helicópteros sobre Iguazú.
- B&B Maricà, en Foz de Iguazú.
- Hotel Baviera, en Foz de Iguazú.
- Belmond Hotel das Cataratas, dentro del parque natural de Iguazú.
- Hotel Atlantis Copacabana, Río de Janeiro.
- Hotel Solar Corte Real, Sabará (junto a Belo Horizonte).
- Club Scharlé.
- 5% de descuento al contratar tu seguro de viajes con IATI.
¿Organizando tu viaje a Brasil? Esto te interesa:
- La segunda parte de esta odisea en Brasil 2: Morro de Sao Paulo y Bahía
- Ilha Grande: Un paraíso aislado frente a las costas de Río de Janeiro.
Y si tienes alguna pregunta sobre este accidentado itinerario por Brasil, déjame un comentario aquí mismo e intentaré resolver tus dudas lo antes posible.
Mari dice
Preciosas fotos ¡Vivan los novios!
Celi dice
¡Jaja! ¡Gracias Mari!